Motivación y fuerza de voluntad en la práctica de Yoga

Con el comienzo del nuevo año, y todos los años nuevos, nos llenamos de propósitos y de buenas intenciones. Simbólicamente tiene sentido, ya que se cierra un ciclo y comienza otro, 365 días por delante para hacer aquello que podía haber hecho los pasados 365 días. Y así comenzamos el mes con un grado de motivación que nos hace creer que esta vez sí, esta vez es la definitiva y es ahora cuando le voy a dar un cambio a mi vida. Soñar no tiene límites, y por ello nos ponemos metas grandes, ya de pedir, pedir a lo grande. Pero la realidad es que llega finales de mes, y la motivación ha ido decreciendo. Y en febrero hace frío, estoy a tope de trabajo, los niños tienen actividades extraescolares, y un sin fin de justificaciones para volver a estar en el mismo lugar que antes de las navidades.

Después de unos años impartiendo formaciones, me encuentro este mismo escenario cada curso. La motivación al comienzo del mismo casi se puede tocar, pero ese entusiasmo se va ensombreciendo con el transcurso de los meses. Aquí es donde aparece la fuerza de voluntad… o su ausencia. Pensar que nuestro entorno va a ser el idóneo para poder dedicarle todo el tiempo que desearía al estudio, es una utopía, porque la vida es un continuo cambio. Podemos darle la vuelta. ¿Y si utilizo la práctica para ver el entorno que me rodea como idóneo?

Y aquí aparece la segunda trampa: Paso del nada al todo. Y como el todo es imposible, vuelvo al nada. Para correr una maratón hay que pasar por el primer kilómetro. Ponemos las expectativas tan lejos que, hasta llegar a ella, se nos agota la motivación.; vuelta al punto de partida. Otra vuelta de mirada. Si la meta final está muy lejos, ¿Qué tal si nos ponemos metas más cercanas, como los avituallamientos en carrera?  La fuerza de voluntad tiene más que ver con las cosas que nos cuestan que con las cosas que nos gusta. Si mi fuerza de voluntad es pequeña, metas pequeñas, metas fácilmente alcanzables, a modo de recompensas. Y cuando nos queramos dar cuenta, conquistamos Portugal (ver vídeo). De a pocos, que no se note.

La fuerza de voluntad se entrena, como cualquier músculo. ¿Cómo? Creando hábitos. Pequeños hábitos, día a día, uno de cada vez, hasta que se vuelva automático. Hacer la cama todos los días, subir por las escaleras en vez de en ascensor, contar hasta diez antes entrar al trabajo, realizar 5 respiraciones cada vez que me monto en el coche,… pequeños gestos que entrenan la voluntad. Realizar 3 saludos al sol todos los días, y cuando este hábito esté automatizado, puedo añadir dos saludos más, o cuatro posturas, o 5 minutos de meditación, y así voy fortaleciéndome en voluntad.
A lo largo de un día, tomamos muchas decisiones, la ropa que me visto, lo que desayuno, por donde voy al trabajo para no coger atasco, que hago para cenar, donde hago la compra,… Si al final de día tengo que tomar la decisión de realizar mi práctica, probablemente habiendo gastado mi fuerza de voluntad diaria, la decisión será, ya lo hago mañana! Así que mejor, si sabes que al final del día te resulta más difícil, hazla lo primero de todo.
Tercer autoengaño. No tengo tiempo. ¿Seguro? Escuché una vez esta pregunta: ¿Estás más ocupado que el ceo de la mayor empresa de telecomunicaciones? Pues él entrena maratones. Así que enhorabuena, si tienes tiempo. Es cuestión de prioridades. Reparte las 24horas diarias que todos tenemos, quítale las 7-8 horas fundamentales para el buen descanso y reparte el resto. Ahí verás cuales son tus prioridades, sin engaños.
Y cada vez que realices tu pequeña meta, celébralo. Céntrate en lo que has conseguido, no en lo que podrías haber hecho.
¿Has llegado hasta aquí? Enhorabuena, has estado 5 minutos concentrado/a.

 

 

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